lunes, 1 de agosto de 2016

GALATEA, POLIFEMO Y ACIS



En el artículo anterior les conté de las Nereidas y una de ellas fue Galatea, la protagonista de esta historia de amor que voy a contarles. Dice la leyenda que era de una gran belleza y, además, virtuosa, algo raro en ese tiempo en el Olimpo y más raro aun en estos tiempos de nuestros días. Como todas las Nereidas vivía en el mar y despertó el amor en el cíclope Polifemo.
Al contrario de ella este era más feo que reírse en el entierro de la mamá de uno. Recuerden que los cíclopes tenían un solo ojo en medio de la frente (la ventaja es que no podían ser bizcos), por añadidura era monstruoso, bruto y gigantesco, algo así como el feo de La Bella y la bestia. Ella hija de Nereo el dios del mar Mediterráneo y él hijo de Poseidón el dios de todos los mares y océanos.
Había varios problemas. El principal era Acis, un hermoso mancebo, hijo de Pan y otra ninfa. Antes de seguir quiero aclarar que esta es una de las versiones que existen sobre este mito. Pues según el chisme Acis y Galatea eran como amigobios y se encontraban todos los días en una playa escondida a compartir sus deseos. El cíclope los espiaba y sentía unos tremendos celos del muchacho; pero un día no soportó verlos muy entrelazados y los asustó, el chico salió corriendo  pero el gigante le arrojó un piedronón más grande que la cólera que sentía y lo aplastó como una cucaracha.
Galatea lloró como una Magdalena pero no logró reanimarlo. Los dioses se compadecieron y con la sangre que brotaba de su cuerpo lo transformaron en un rio del cual no recuerdo el nombre para que siguieran su romance eternamente. No se cuando ni porqué Galatea y Polifemo resultaron casados y tuvieron tres hijos: Gálata, Celto e Ilirio. Como se dice son cosas del amor. A mi no me meten cuentos, yo creo que el cíclope fue donde esos brujos que reparten tarjetas y atan al ser amado y alguna hechicería le hizo a la muchacha…porque ni en la más quejumbrosa de las canciones del despecho a una vieja le matan el amante y después se enamora del asesino, no me crean tan pendejo

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