Revisando mis fuentes bien
informadas encontré respuestas para lo que falta de Perseo y lo que en realidad
ocurrió con el gigante Atlas. En el capítulo anterior lo dejé dejando a las
Ninfas, esas muchachas culiprontas que lo exprimieron hasta que el pobre tipo
casi se muere de anemia, pero en premio le entregaron unas sandalias con alas
que le permitían volar, una mochila hippie que se agrandaba para contener
cualquier tamaño que le echaran adentro y el casco de Hefestos, el de los
infiernos griegos, que volvía invisible al que se lo pusiera y para completar
el equipaje Hermes le entregó un machete bien grande y afilado que cortaba
hasta piedras y la diosa Atenea su escudo bien reluciente que reflejaba todo
como un espejo.
Como las sandalias no le
cobraban exceso de equipaje decoló rumbo al cielo a buscar las tres feas y como
sus dioses guardianes le indicaban el camino llegó más rápido que pa’ mañana es
tarde. No me lo crean pero las cuchas feas y todo pero vanidosas y estaban en
la playa bronceándose sabroso cuando Perseo la divisó y se dio cuenta que
estaban dormidas, así que se acercó de espaldas para no mirar de frente a
Medusa si despertaba y le mando ese machete que le mocho de una la cabeza; ahí
mismo la metió en la mochila… olvidaba el bendito casco que el héroe llevaba
puesto, así que cuando despertaron las otras dos y vieron a su hermanita
descabezada no pudieron decir ni pio
porque no vieron ni miércoles del asesino.
Con esas chancletas con alas
voló, voló y voló, como la ingrata calandria de una canción de mi niñez, y por
los lados de España quiso descansar y buscó un hotel o algo así y se encontró
con Atlas, que no sé si es el mismo que carga el mundo o un jardinero que
cuidaba unas manzanas de oro, y tenía la orden de no hospedar a nadie. Este gigante
que lo ve y empieza a tirarle piedra para espantarlo pero nuestro héroe se
acordó de la cabeza que cargaba en la mochila y se la pone de frente al pobre
Atlas y zúas que lo convierte en montaña, ya lo dije en otra parte, es la
Cordillera Atlas, la puerta al océano Atlántico que por derecha recibe el
nombre del gigante.
Como los griegos eran
especialistas en enredar la madeja de los acontecimientos no quedan contentos
con este final y cuando ya el joven enrumba para su casa por los aires, mira
hacia abajo y ve una hermosa muchacha en pelota amarrada de una roca; y claro,
la curiosidad mató al gato y casi mata a Perseo que descendió de puro lambón a
ver qué era lo que pasaba con esa muchachona tan primorosa, pero esa ya es otra historia
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