SEXTO TRABAJO
MATAR LOS PÁJAROS DEL ESTÍNFALO
Estos
avechuchos eran enormes. Como eran aves pues poseían todas las características
de la especie con algunas diferencias no muy pequeñas: las alas, el pico y las
plumas eran de bronce (siempre pienso en las películas de ciencia ficción de
ahora) y sus cagadas asolaban los sembrados causando la ruina de los campesinos
de la región de Estínfalo; para completar el tenebroso cuadro de los animalitos
se alimentaban de carne humana y cuanto animal se pusiera a su alcance; a estos
angelitos era que Hércules debía dar matarile.
Euristeo
le ordenó a Mr. Músculos exterminarlos porque también se atragantaban con el
ganado. Organizó sus municiones que eran las flechas envenenadas con la sangre
de la hidra, ¿recuerdan? Y se percató de que eran demasiadas y no le
alcanzaban, además su fuerza bruta no le valía con seres voladores y ninguna
diosa le dio poder de elevarse a las alturas… y por esas regiones no existía la
marihuana para ponerse a volar.
La
solución me parece muy pendeja, sin gracias, como si a los griegos les hubiera
fallado la imaginación; resulta que la diosa Atenea se apareció a Hércules y le
dio una hijuemadre campana, así como lo oyen, lo puso de campanero, y cuando la
puso a repicar los malditos pájaros salieron en desgracia para la quinte porra;
a los más rezagados los bajó a flechazos, así sería de lindo el sonido de la
campanita, ¿no? La quinta porra en esa época quedaba en el Mar Egeo y allí
fueron encontradas años más tarde por Jasón y los argonautas (esa es otra
historia bien bacana).
El
cuento aun no termina, al regreso de nuestro héroe encontró a Euristeo
escondido debajo de la cama muerto del susto porque en el cielo sobrevolaban su
palacio cierta cantidad de estos pajarracos y Herculitos sacó de nuevo la
susodicha campana y los sacó en huida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario